En las capas de esta riquísima hortaliza hay unos componentes sulfurosos que se evaporan al mínimo contacto con el aire, que es lo que ocurre cuando la pelamos y partimos. Esos vapores suben hasta nuestros y los irritan, y ahí tienes esas lágrimas que te ciegan, te impiden ver y te pueden ocasionar una visita al botiquín. Protege tus dedos con algunos trucos de cortes indeseados, como puede ser enfriar el cuchillo y la propia cebolla, ya sea remojándolos con agua bien fría. Esto reduce la evaporación de los sulfitos y con ello la irritación y el lagrimeo. Pero, el corte por excelencia es alejar un poquito la tabla de cortar de debajo de tu cara. Parece una tontería, pero si tu cara está justo sobre la cebolla los vapores van a ir directos a tus ojos, haciendo que las lágrimas broten nada más cortes un poco la cebolla.
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