Para que no tengas que comprar el pan rallado, no tires los trozos de pan que quedan después de cada comida o el que te sobra, algún día, por haber comprado demás.

Guárdalos, déjalos secar y rállalos con un rallador, o también los puedes moler envueltos en un trapo limpio y chafándolos, por ejemplo, con un palo de amasar o una botella.

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