Para cocer bien la pasta debemos tener en cuenta que por cada 100 g de pasta debemos emplear 1 litro de agua.

Además, conviene no llenar la olla más de ⅔ partes, pues la pasta aumenta de volumen al cocerse y puede rebosar. Por eso aconsejamos emplear ollas amplias y profundas.

Respecto a la sal, esta se añade una vez el agua llegue a ebullición, ya que si la ponemos antes tardará más en hervir. Normalmente añadiremos unos 15 g de sal gruesa por cada litro de agua. Una vez el agua está hirviendo, incorporamos la pasta. El tiempo de cocción empezará a contar una vez el agua vuelva a hervir, ya que al añadir la pasta el hervor se detiene. A partir de aquí, cocemos con la olla destapada y removemos una o dos veces con una cuchara de madera.

Acabado el tiempo de cocción, apagamos el fuego y escurrimos la pasta. No es aconsejable ponerla directamente bajo el chorro de agua fría ya que la pasta perderá sabor y textura. Para evitar que se pegue, lo que haremos será o bien añadir un poquito de aceite de oliva y remover cuidadosamente o extender la pasta escurrida sobre una bandeja amplia y dejarla enfriar removiendo con la cuchara. Con esta última opción evitaremos que la pasta se siga cociendo debido al calor residual.

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